Dunbar y los gorilas que juegan al World of Warcraft

El cerebro, y dentro de él el neocórtex, es un tejido extremadamente caro de construir y mantener, necesita muchísima energía. ¿Cuál es la [razón] entonces de una evolución desde el mono que ha incrementado su tamaño y sofisticación? ¿Una mejora en la dieta al comer alimentos más nutritivos que haría que el cuerpo ‘se lo pudiera permitir’? ¿Qué el cuerpo fue también creciendo respecto a los monos y ‘habría que guardar las proporciones’? Esto va contra el sentido común y Dunbar pretendía mostrarlo en su artículo. El cerebro evoluciona hasta llegar al del Homo Sapiens no sólo porque sobre el cuerpo se lo pueda permitir, sino por una presión evolutiva concreta. Es decir, existe una razón por la cual los individuos con más desarrollo cerebral tenían más a favor para su supervivencia, ‘Large brains will evolve only when the selection factor in their favor is sufficient to overcome the steep cost gradient’. Las hipótesis de factores evolutivos que Dunbar probó para explicar la evolución cerebral son la ecológica (básicamente: el cambio de dieta de comer hojas a frutas lo requiere porque es más difícil encontrar fruta) y la social (la relación con otros individuos y sus normas, es decir, el aumento de la complejidad social lo requiere). Para contrastar cuál es la que más peso tiene en la evolución del cerebro, Dunbar hizo algo muy práctico: comprobar en varias especies de monos, simios y prosimios cual es la correlación entre una medida de evolución del cerebro y, respectivamente, el porcentaje de fruta en la dieta o el tamaño medio del grupo de individuos. Dado que al cruzar los datos vio que no hay correlación entre el porcentaje de fruta en la dieta y el desarrollo cerebral pero si la hay entre éste y el tamaño del grupo, la conclusión parecía obvia: el cerebro evolucionó para permitir más interacción social. (Si bien  la realidad es que hay varios factores que evolucionaron en paralelo, alimentándose mutuamente, sin que uno sea estrictamente causa y otro efecto, como el aumento de la eficacia cerebral, la mejora de la dieta, los cambios en el aparato de fonación, la bipedia, el cambio de hábitat de selva a sabana…). A partir de la dependencia encontrada de la evolución del cerebro con el tamaño grupal, Dunbar calculó el tamaño de grupo que le correspondería al hombre según la correlación anterior: un valor teórico sabido su índice de desarrollo cerebral. Más anecdótico que probatorio de nada, 150 debiera ser el tamaño medio de grupo humano. Curiosamente el artículo de Dunbar es conocido por este ‘número mágico’ y no por lo que pretendía probar: que existe una relación complejidad social – desarrollo cerebral, que la COMEXT, con Internet a la cabeza, ha venido a potenciar.

Hay unas cuantas ‘cosillas’ que el mismo Dunbar advierte en su artículo y que restan significatividad al resultado de la extrapolación, pero que los evangelistas del número mágico insisten en obviar. En primer lugar, medir la complejidad social por la talla del grupo, es una simplificación tremenda. De hecho Dunbar se disculpa diciendo que la toma por ser la única medida disponible para un buen número de especies de la muestra. No es una medida exacta y menos si sabemos que los tamaños poblacionales de varias especies de monos estudiadas son influenciados más por presiones ambientales que por la capacidad del neocórtex o que otras especies tienen comportamientos semi-solitarios que hacen difícil conocer el tamaño del grupo. En cuanto a la evolución del cerebro, pasa lo mismo, hay que contentarse con utilizar algo fácil de medir, lo cual no es sinónimo de preciso, como la relación entre el tamaño del neocórtex y la médula. (No se mide sólo el tamaño del cerebro ya que nos daría como el animal más listo el cachalote). Si para ver la correlación entre conceptos estoy tomando mediciones más verosímiles que precisas, no debo pretender obtener resultados exactos de las extrapolaciones, sino indicaciones y tendencias: puedo concluir que el tamaño cerebral está influido por el tamaño del grupo, pero calcular el tamaño social exacto que corresponde a un tamaño cerebral determinado es, en el mejor de los casos, trilero. Por cierto, por si alguien se lo pregunta, los animales con más ratio de neocórtex tienen según el estudio –recordemos que no se incluye el ser humano- son chimpancé, papión, macaco y gorila, aunque este último está en un puesto muy discreto en cuanto a la media del tamaño del grupo, siendo un ‘caso raro’ de la correlación.

Atribución flickr-com/photos/fncll/135465558

Dunbar juega a predecir una talla grupal para los humanos y contrastarla con la realidad en un mini-estudio de sociedades. Yo creía que el muestreo de sociedades de Dunbar confirmaba 150 como el límite de tamaño grupal humano, lo que no dejaba de sorprenderme, pero realmente no es así ni de lejos. En primer lugar, compara sólo sociedades agrarias ya que dice que al resto no es aplicable el valor ‘por la complejidad estructural de las sociedades postagrícolas’. Dentro de las agrarias, observa que ni las sociedades de campamentos, ni las de tribus, cumplen con la predicción del 150, sino que constata que sólo las de clanes se ajustan. Cierto es que también encaja alguna sociedad contemporánea pintoresca como las granjas Hutteritas , que Dunbar mete con calzador en el esquema, aunque esto implique utilizar la media de sus tamaños, lo que es distinto que los tamaños reales dichas granjas, que no siempre están dentro de lo postulado… (Además la media por comunidad Hutterita en USA, según su propia página sería de 97 individuos y no de aprox. 150 como dice Dunbar).

Por otro lado, la fase más importante del desarrollo del neocórtex – que es en complejidad y no en tamaño o ratio- en los primates no es el desarrollo embrionario, sino su ‘programación’ que ocurre con el aprendizaje social, entre el destete y la madurez. En el caso humano, la propia estructura social que el individuo aprehende tiene una influencia vital en la programación del neocórtex y las herramientas comunicativas de que dispone que le permiten una mejora en la capacidad de comunicación y socialización. El fijarnos sólo en dimensiones biológicas para postular una talla esperada de grupo social y apoyarlo con un puñado de ejemplos más o menos pintorescos es  definitivamente naïve pues el género humano lleva milenios modificando con avances tecnológicos-sociales su propia [ontología], su propio ser. Quedarse en lo físico equivale a negar la influencia en la definición y potenciación de las relaciones interpersonales de una carta postal o el propio lenguaje hablado, del teléfono, de los transportes, los mass media, de Internet… cosas difícilmente imaginables en ‘casa de un chimpancé’, pero tampoco en la de un hombre de hace 500 años. El hombre, su cultura, su capacidad comunicativa, no es extrapolable.  El ser humano acaba de desarrollar su cerebro –y a él en tanto que persona- por su enculturación, lo que le permite utilizar para este desarrollo herramientas sociales mucho más elaboradas que las del pleistoceno. Cuando vehicula las capacidades del neocórtex sobre herramientas tan potentes como las que permite la  comunicación extendida, el ser humano amplía su posibilidad de interrelación y su horizonte social y definitivamente hace ridículo el supuesto límite de 150 en las relaciones sociales. Los que postulan límites a las relaciones mantenibles por redes sociales están muchas veces en lo cierto en el fondo del asunto, porque es estúpido pensar que nadie pueda tener 350000 amigos reales en facebook, pero cuando se ciñen al famoso número de Dunbar como límite de relaciones válidas, patinan. La COMunicación EXTendida nos ha hecho evolucionar, ¡caramba! Sin duda deben redefinir su concepto de lo que es un lazo social, algo que, en realidad, se ha hecho varias veces a lo largo de la evolución.

Por último está la cuestión del tamaño del grupo social restringido por la cantidad de lazos sociales que una persona puede mantener. El razonamiento cuasimetafísico es el siguiente: dado que una persona sólo puede relacionarse con un máximo de 150 individuos, el tamaño del grupo social debe de ser como mucho de 150 personas (más uno mismo) y si es mayor, causa problemas. Ejemplo que prueba lo anterior: si veo de qué tamaño son los gremios del juego on line World of Warcraft, aka WoW para los amigos, se observa que de máximo son de 150 componentes. ¡Ay Dios mío! Pero es que en las 150 personas de mi mujer no están mis amigotes de la partida de pocha del domingo en el ‘Caza y Pesca’ y sí están con los que toma café en el Chicote, que no están en mis 150. Y en el grupo de mi amigo Alfonso –que le encantará este estudio de WoW-, estamos mi mujer y yo, además de los 150 colegas que le tocan del WoW…y sé positivamente que incluso alguien más. En resumen, el grupo al que pertenecemos mi mujer, Alfonso y yo mismo, contiene más de 150 personas. Claro, en una sociedad, no hace falta que nos relacionemos todos con todos para que esta perdure. Sería muy cansado. Y sucio.

Raúl Antón Cuadrado

   

   


[ontologia] las propiedades esenciales de un ser. La definición de un ser o ente.[volver]

[razón] Perdón. Mea culpa. La pregunta, para excluir todo planteamiento teleológico en este sentido sería: ¿Cual es la razón por la que la evolución hacia un cerebro más completo es privilegiada por la selección natural? [volver]

5 comentarios sobre “Dunbar y los gorilas que juegan al World of Warcraft

  1. Pilu

    Original artículo, Raúl. Yo pienso que depende del tipo de red social al que nos refiramos y del tipo de interacción y resultados de socialización que se esperen. Pero vamos, a priori te diría que el número de 150 me chirría, porque no acabo de ver la diferencia práctica (a nivel evolutivo, ojo) entre 150 y 200 (¡o incluso 300! ¿Acaso Dunbar no participa de la épica de los 300?)

    Y si ya metemos Internet por medio, apaga y vámonos…

  2. ikerug

    No lo habia leido hasta ahora. La evolucion a veces es traicionera en sus aparencias. Puede que pensemos que hemos evolucionado para ser mas listos y sin embargo solo sea un efecto secundario de evolucion sexual. Hay teorias que dicen que los humanos hemos evolucionado de la rama del chimpance por neotenia (evolucion por temprano desarrollo sexual en un cuerpo inmaduro), lo que explica por que hemos, entre otras cosas, perdido el pelo corporal, y que nos parezcamos mas a una cria de chimpance que a un chimpance adulto. Poniendo mi granito de arena al maremagnum evolutivo, el volumen craneal podria ser fruto de que nos parecemos a niños de chimpance y ya sabemos que los niños son cabezones. Luego la seleccion sexual (en este caso la pedofilia de nuestros antepasados) podria haber hecho seleccionar cabezones no por ser mas listos sino por ser mas aniñados siendo el volumen craneal una consecuencia no buscada.

    No digo que sea asi, sino que la evolucion es caprichosa y aveces no sabes por que se produce. Me gustan las teorias evolutivas que implican sexo o muerte (eros y tanatos).

    Ya esta la parida de hoy.

    1. Raúl

      Iker.

      Me quito el sombrero.

      Eres de un enrevesado genial. Si te leyera Feyerabend te pondría los laureles de Anarquista Epistemológico y Metodológico Máximo y yo aplaudiría. Creo que tu contestación vale un post.

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